Mad Men: Vista general de los hombres de Madison Avenue


Llevo un par de meses dándole vueltas a ésto (así me va la vida) y todavía no sé cómo empezar. ¿Y si no sé utilizar las palabras adecuadas para describir este nueva obra de arte de la AMC (que muchos ya la califican como la nueva HBO) y de la televisión moderna? ¿Y si me quedo corta? ¿Y si en el fondo no es tan buena? ¿Y si lo era, hasta que decidieron ponerse demasiado ñoños? ¿Escribiré ahora lo mismo que pensaba escribir en Julio, cuando empecé, o en Agosto cuando me enganché? No , creo que no. No, porque como dice Bert Cooper: «Hemos creado un monstruo.»

Empecé tarde, como de costumbre, dolida por aquellas afirmaciones que decían, al poco de estrenarse, que era la nueva The Wire. Con eso no se juega. Pero los veranos ya se sabe lo que tienen y por culpa de éste blog me propuse ver más series, así que sin demasiado ánimo me lancé. Comenzó siendo un pasatiempo unido a las calurosas tardes de verano, lo que irremediablemente le sumaba sopor y ciertas dosis de sueño. Lo confieso, en algún capítulo de la primera temporada me quedé dormida. Pero empecé la  segunda y pasé del letargo a la adicción, no sé si por la suma de vicios de Donald Draper, casi tan numerosos como los misterios que le rodeaban, por el «dejar hacer» de las mujeres de su época o los cambios que reclamaban las mismas, por lo diverso de la fauna que le rodea a su protagonista o por lo tormentoso de su relación con el género femenino.

El núcleo de todos ellos es la agencia de publicidad en la que trabaja el protagonista, elemento que servirá para descubrir curiosidades de un interesante momento del mundo de la publicidad o la forma en la que se viven grandes acontecimientos de la historia como el asesinato de Kennedy o la guerra de Vietnam. Eso sí, de forma pausada y armoniosa, con ciertas dosis de la clase que rodea la época del protagonista, los sesenta. Su cuidada y precisa ambientación así como un vestuario lleno de detalles y elegancia que han devuelto a la moda actual cierto toque retro,  son algunos de los numerosos atractivos de una serie ganadora de tres Emmys consecutivos a la Mejor Serie Dramática.

Si, es obvio, estoy hablando de Mad Men, que la semana pasada puso punto y final a su cuarta temporada. Me he puesto al día y todavía me estoy recuperando. Porque Mad Men me tenía acostumbrada a finales WTF (o en fino «Ahora nooo») pero la cuarta ha dejado más bien un simple y quizá enfadado «¿Cómo?». Y es una lástima porque la última me parecía una gran temporada, fresca, con una razón para reinventarse a lo grande. Pero eso merece un análisis a parte, creedme. Ahora sólo quiero recomendaros Mad Men por sus grandes personajes, que por otra parte son los ingredientes necesarios para que nuestro querido Don, entre cigarro y cigarro, o copa y copa, ligue, venda arena en el desierto, juegue con sus hijos o se emborrache.

Por un lado tenemos al elenco femenino, al que parece que va sumarse una dama, encabezado por January Jones, que encarna a la ex-mujer algo histérica pero preciosa, Betty Francis. En «Sterling, Cooper, Draper  Pryce» la arrebatadora Christina Hendricks y la adorable Elizabeth Moss dan vida a Joan Harris y Peggy Olson, jefa de secretarias (o similar) y creativo, ambas con una relación de amor-odio muy especial hacia Don Draper, al que da vida por cierto Jon Hamm. Un alcohólico jefe Roger Sterling, interpretado por John Slattery y otro excéntrico, Bert Cooper (Robert Morse), acompañan al nunca conforme Pete Campbell (Vincent Katheriser) y al simpático inglés Lane Pryce (Jared Harris) en el reparto masculino. Todos ellos llevan a cabo espléndidas interpretaciones que hacen inseparable actor y personaje y cuesta imaginarse a Joan sin sus ajustados vestidos, Roger sin su copa en la mano o Peggy sin su involuntario, aunque cada vez menor, recatadismo católico.

Como ya he comentado anoche apagué la tele con cierta sensación  de decepción, como si el final fuese muy simple, y quizá poco congruente. Pero vista de forma general, la serie, como esta última temporada, tienen ciertos detalles que si bien para mí, no me llevan a considerarlas tan redondas como Six Feet Under o The Wire, si que hacen de ella una serie única, de estilo y personajes propios, con una interesante hilo conductor y una mítica y genuina puesta en escena. Y la escena que finaliza con la imagen de ahí arriba es una gran muestra de ello.

No era tan difícil. Y no creo que me haya quedado corta. 😉

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