Pequeños placeres de la pequeña pantalla


Para todos aquellos a los que el tiempo, el dinero o la capacidad de su ordenador les impiden ser seguidores de intensas creaciones que se extienden a lo largo del tiempo, llegando a alcanzar incluso los diez años en antena, la pequeña pantalla también tiene productos que ofrecerles, las miniseries. De importancia y reconocimiento desigual, estas pequeñas muestras de creatividad televisiva se centran, en su mayoría como comprobaréis en unas líneas, en acontecimientos históricos, personajes de relevancia o versiones de libros e incluso de películas. Y es que de vez en cuando los hermanos pequeños también copian a los mayores.

Los comienzos del género se sitúan, según los expertos, en 1966, cuando la estadounidense ABC emitió una adaptación de The Rise and Fall of the Third Reich, una adaptación del libro de Willian Shirer del mismo nombre. Sin embargo la fama no llegó a las miniseries hasta la década de los setenta, cuando vieron la luz las archiconocidas Rich Man, Poor Man (Hombre rico, hombre pobre) y Roots (Raíces). La primera contaba la historia de la familia Jordache y sus desiguales destinos, mientras que la segunda se centraba en la vida de Kunta Kinte, un joven gambiano que se ve sometido a la esclavitud en las colonias inglesas del s. XVIII, hoy Estados Unidos. Ambas hicieron historia en su época y se situaron entre los programas más vistos de la televisión de todo el mundo, además de resultar premiadas con Emmy´s y ser alabadas, y avaladas, por la crítica televisiva.

En la misma década también triunfaron la mítica «I Claudius» y «Jesus of Nazareth», pero probablemente, la extensión de las series de larga duración hizo que las pequeñas pasasen a un segundo plano tanto en la creación como en la financiación de las productoras en las décadas posteriores. Sin embargo, tal y como demuestra ésta lista creada por IMDB, fueron muchos los países europeos que apostaron por este género, creando productos de calidad como la polémica serie italiana sobre la mafia La Piovra, la alemana Das Boot o la británica Traffik.

Hoy en día, gracias en buena parte al apoyo de la cadena HBO y la producción de grandes figuras cinematográficas como como Steven Spielberg y Tom Hanks, el género ha retomado sus buenos tiempos y son muchas las miniseries que podemos disfrutar en la actualidad. Desde Band of Brothers o The Pacific, ambas producidas por los anteriormente mencionados, hasta la histórica John Adams, pasando por las producciones de David Simon, The Corner o Generation Kill, el pequeño formato ha recuperado su calidad y ha cumplido, en la mayoría de las ocasiones, con las expectativas creadas.

History Channel y HBO, de nuevo, tienen dos de estos pequeños grandes placeres preparados para ser estrenados el próximo año. Por un lado, la primera recreará, de forma no del todo verídica según parece, la vida de la familia de políticos más conocidos de Estados Unidos, los Kennedy. En el reparto, Katie Holmes dando vida a la mítica Jacqueline Kennedy y Greg Kinnear interpretando a JFK. Por su parte la cadena privada propiedad de Time Warner versionará la película de Michael Curtiz de 1945, Mildred Pierce. Kate Winslet será la actriz principal, papel que le valió a Joan Crawford un Óscar de la Academia, interpretando una mujer de clase media que en los años treinta tuvo que criar a sus hijos sola tras divorciarse.

Aquí quedan estas grandes, y pequeñas, recomendaciones. Ya no valen excusas para sentarse a disfrutar de los productos, ya sean antiguos o modernos, de la pequeña pantalla.

Y el producto patrio ¿qué?


Hace no mucho un «supuestamente» lector habitual de estas divagaciones, me preguntó si no me iba a lanzar a criticar las producciones españolas. Días antes había escuchado con horror  la promo de «No soy como tú», la nueva serie de Antena 3 sobre gente vampiresca, que huele a mezcla de los libros de Stephenie Meyer con unas dosis de True Blood . Y la respuesta fue tan sincera como siempre, «¿Cómo voy a comentar algo que ni siquiera puedo ver?». Sí, lo admito, soy una de esas personas repleta de prejuicios incapaz de sentarse a ver una serie española por una simple razón, no me gusta perder el tiempo. Lo intenté con «El internado» y me pilló demasiado adulta, probé con «Acusados» y me dolió profundamente la evidente copia de Damages, y hace años, por entusiasmo materno, traté de ver «Hospital Central» y me entraba tal morriña de E.R (Urgencias) que no aguantaba más de dos minutos frente al televisor.

Pero bueno, todos tenemos un pasado, y aunque tampoco eran de una calidad apabullante, ni mejores que las anteriormente citadas, yo también fui adolescente, y niña, y como desconocía el maravilloso mundo que con los años ABC, FOX, HBO y NBC (entre otras) me han ido enseñando, confieso que esto era lo que veía, lo que me reconcomía hasta el siguiente capítulo, lo que me hacía reír, y a veces también llorar:

-Verano Azul: Probablemente no quede nada por escribir de esta serie creada en el mismo año en el que yo nací,y que TVE repuso tantas y tantas veces que yo llegué a verla, con consciencia y capacidad de recuerdo, en varias ocasiones. A pesar de que a los jóvenes de hoy en día les parecería una serie ñoña y pacata, la serie del gran Antonio Mercero es un bonito canto a la amistad y un buen retrato de la España de los 70, en la que Franco ya estaba muerto y se empezaba a hablar del divorcio, la especulación inmobiliaria (¡Del barco de Chanquete, no nos moverán!) o el medio ambiente.

Farmacia de Guardia: A pesar de la lamentable, e inexplicable, continuación que hace unos meses Antena3 se sacó de la manga, la serie de Antonio Mercero, de nuevo, fue una de las series más vistas de la historia de nuestro país con un 48% de share. Somos muchos los que nos sentábamos cada jueves frente al televisor para disfrutar de los nuevos enredos de Lourdes Cano y clientes, que además tenía que sufrir a su ex, Adolfo Segura y a sus hijos adolescentes. Para la memoria, la ingenuidad de la primera ayudante, Pili y el famoso «¡¡Para dentro, Romerales!!».

Los ladrones van a la oficina: Confieso que si estoy haciendo zapping y me la encuentro en alguno de los inservibles canales que la TDT ha parido, la dejo, porque siempre guardaré un cariño especial a esta pandilla de ladrones. La serie de Tito Fernández, emitida en Antena3 entre 1993 y 1996 contó con alguno de los mejores actores de este bendito país, como Agustín González y su «GU-TI-E-RREZ», José Luís López Vázquez en el papel de Escabeche, Manuel Alexandre como el Anticuario y Antonio Resines como Smith, el mudo marido de la Pruden, interpretada por Anabel Alonso. Además de tener como artista invitada, a la más grande.

-Pepa y Pepe: En 1995 TVE se sacó de la manga esta copia a lo castizo, aunque para mí decente,  de la mítica serie estadounidense Roseanne. Manuel Iborra dirigió esta serie que sólo duró 34 capítulos y que desapareció como llegó, de repente. Con mi admirada Verónica Forqué y Tito Fernández en el papel de «preocupados padres», las niñas Silvia Abascal y María Adánez  (a quienes he visto últimamente en el teatro con gran soltura) y el más bien fugaz Carlos Vilches completaban el reparto que dibujaba esta familia disfuncional pero normalmente bien avenida.

Compañeros: «No te fallaré, somos compañeros, siempre estaré allí….» Si tienes menos de treinta años es muy probable que, como yo, entre 1998 y 2002, te sentases como loca (esto sólo si eres mujer)  delante del televisor  a ver las aventuras de los niños del colegio Azcona, a suspirar por lo malote que era Quimi y a protestar por lo fresca que era Valle, a buscarle tu propia adaptación escolar al Bacterio, a preguntarte si no había más actrices en este país que María Garralón, aunque esto último desde el cariño, y si Francis Lorenzo siempre tenía que hacer de ligón. (Esto sin cariño, que es un pesado, con las entradas que tiene).

Policias, en el corazón de la calle: O Policías a secas, que era como la conocimos durante sus seis temporadas y ochenta y tres capítulos. La serie, emitida entre el año 2000 y el 2003, narraba las vicisitudes de una comisaria de policía de Madrid, los casos a los que se enfrentaban los policías y la vida personal de los mismos. La cadena amiga, Tele5, emitía desde seis meses antes de comenzar esta, El Comisario, hecho que mermó su audiencia de manera sustancial, o se «era del comisario» o de «los policías».  En el reparto uno de los mejores actores de teatro de España, José María Pou en el papel de Héctor Ferrer, el inspector jefe.

P.D: Sí, soy una de las pocas personas que estudió periodismo y NUNCA vio un sólo capítulo de la serie «Periodistas», culpable de que las facultades se llenasen de gente deseosa de vivir aquella, muy probablemente, engañosa ficción.

Friends, esa madurez alocada y genial


Ahora que se acerca el verano con sus eternas y agobiantes tardes, y muchos no tendremos ni la piscina ni la playa como destino, la duda reside en saber con qué rellenarán las cadenas de televisión esa franja horaria ya de por si espesa en temporada normal. Los que no opten por programas sucedáneo de la parrilla normal, presentados por sustitutas con aspiraciones de prime-time, recurrirán a las series, a ser posible bien extensas, para asegurarse «relleno» hasta mediados de septiembre. Y aunque el verano pasado Cuatro se decidió por la aún inconclusa «Lost», tampoco se descarta que retome la serie que más alegrías ha dado  al Grupo Prisa, la comedia por excelencia de  la televisión de la última década, Friends.

Y es que la comedia creada por Marta Kauffman y David Crane es una de esas comedias que nunca te cansas de ver, y rever y rever… Yo por ejemplo, no tengo claro si la he visto entera, con sus 236 episodios, pero si sé cómo empieza y cómo termina la historia de estos seis amigos y sus particulares vidas, las veces que se divorció el paleontólogo, los hombres que ocuparon el corazón de la pija o las neuras de la cocinera expulsada del club de las gordas. Y creo que todos sabemos qué es el Central Perk, qué tenían Joey y Chandler en la entrada de su apartamento o de quién eran los «hijos» de Phoebe.

La historia comienza, precisamente, en el Central Perk, con Joey, Phoebe, Mónica y Chandler repartidos entre el sempiterno sofá casi siempre disponible para ellos, y las curiosas mesitas de alrededor. La posterior llegada de Ross y la entrada de Rachel y sus maletas fueron el inicio de una larga historia que ocupó una década televisiva y que llegó a congregar a cincuenta y dos millones de espectadores frente al televisor en el capítulo final. Una historia que sumó adeptos y buenas críticas con los años, y gracias a ello contó con interesantes invitados a los que sus actuaciones incluso le sirvieron para ganar un Emmy, como es el caso de Bruce Willis o Christina Applegate.

Con la amistad, el intento de madurar y los problemas habituales de las últimas generaciones treintañeras como hilo argumental, esta comedia surgida del fracaso de otra también intentaba ofrecer un punto de vista crítico hacia los temas de actualidad. Bodas, divorcios, desengaños amorosos y demás repertorio sentimental completaban un guión en el que incluso acabaron participando los propios actores. Los mismos a los que se les pregunta, una y otra vez, si se reunirán de nuevo los seis para poner el broche final en la gran pantalla. En una entrevista concedida a Los Ángeles Times Courtney Cox expresaba su deseo de volver a reunirse con sus ex compañeros de rodaje para hacer una película, cual Carrie Bradshaw en su «Sexo en Nueva York por el mundo».

Comentaba también la esposa de David Arquette que tanto ella como sus dos compañeras femeninas de reparto, se pasaron los diez años de rodaje comiendo juntas, y lo que es aún más llamativo, comiendo lo mismo todos los días, la mítica ensalada del Sr. Cobb. Y no será porque no tenían dinero para más. Una de las noticias más sonadas de las últimas temporadas de esta mítica serie fue que sus actores cobraban  un millón de dólares cada uno por cada episodio de las dos últimas temporadas, cuando en la tercera cobraban setenta y cinco mil dólares por capítulo. Echad cuentas, que diez años de tele te pueden asegurar un buen retiro.

La necesidad económica de los protagonistas, o la capacidad para pagar de una productora, serán los que finalmente se encarguen de dar, o no, otro final a esta serie que dijo adiós hace ya seis años. Los destinos de los actores y actrices han sido dispares, pero ninguno de ellos ha tenido un éxito similar, ni siquiera con el mismo personaje. Y es no en todos los sitios se habrán encontrado un buen rollo como éste.

Y hablando de finales, Twin Peaks


Corría  el mes de abril de 1990 cuando descubrimos por primera vez el cuerpo sin vida de Laura Palmer bajo ese plástico azulón que resaltaba sus friós labios, en contraste con el color fuego de sus rizos. Por aquel entonces liberaron a Nelson Mandela, Manuel Fraga juró su cargo como Presidente de la Xunta de Galicia y la cadena amiga comenzaba sus emisiones. Veinte años no son nada.

Twin Peaks, nombre de la localidad en la que se desarrollaba la acción, fue para muchos la serie que cambió el formato y la forma de trabajar de muchos creadores. Novedosa en sus planos, en sus incómodos silencios y en su fotografía, la serie supuso una verdadera revolución televisiva a comienzos de la década de los noventa. Creada por David Lynch y Mark Frost, y producida por Aaron Spelling, Twin Peaks estuvo compuesta por ocho episodios en su primera temporada y veintidós en la segunda, y fue emitida por la cadena ABC. Resumiendo, el Lost de los noventa.

Emitida los jueves por la noche en horario de máxima audiencia, esta creación del excéntrico director de «Lost Highway» o «Eraserhead» tuvo que competir con la comedia más vista de la década de los noventa en EEUU, Cheers. Aún así la serie mantuvo en vilo a millones de espectadores en todo el país y saber quién mató a Laura Palmer se convirtió en el punto de partida de conversaciones entre seguidores ávidos de respuestas.  En España, Telecinco emitió los capítulos de dos en dos, excepto el final y el piloto, y todos ellos fueron la emisión más vista de la cadena en 1990.

Aunque para muchos «la gracia» de la serie residía en saber quién había matado a la chica más popular del instituto, Twin Peaks no habría sido igual sin su banda sonora y su estética. Mi incultura musical y mi penoso oído me impiden reconocer cual es el mítico instrumento que se toca en la intro de la serie, pero éste dió lugar a una sintonía que nos acompañó durante todo el comienzo de la década y que, sin saber muy bien porqué, nos envolvía en ese aire frío y misterioso de los bosques de Seattle. Compuesta por el músico de cabecera del director norteamericano, Angelo Badalamenti, la banda sonora de la serie fue uno de los muchos productos asociados al misterioso asesinato que tuvieron un gran éxito comercial.

En cuanto a la estética, cualquiera que haya visto alguna película de David Lynch sabrá que me refiero. El universo particular del creador encuentra su punto de partida en esa curiosidad innata de puertas hacia adentro,  en la necesidad de saber qué se cuece dentro de las casas de personas aparentemente normales que, en muchas ocasiones, resultan no serlo. A partir de ahí la imaginería enfocada a los deseos, el surrealismo y el opresivo clima rural envuelven al espectador en una cuidada estética en los enanos caminan y hablan al revés o algunos diálogos se desarrollan sin lógica aparente.

A la vista de lo escrito y lo leído, quizá sea más cierto de lo que parece que Twin Peaks fue, por su repercusión y su eterno misterio, el Lost de los noventa. Sin embargo, David y Mark tuvieron la suerte, o la desgracia, vaya usted a saber, de vivir en una época en la que los creadores no respondían ante su audiencia en internet, sino únicamente frente a sus pagadores, la cadena. La ABC a pesar de que en muchas ocasiones trató de «normalizar» ciertos aspectos de la serie, no dejó de apoyarla hasta que a la vista de que la audiencia descendía instaron a Lynch a terminar con su misterios surrealista. Quizá hoy, y ante la multitud de foros que se crearían al efecto, las peticiones fuesen otras. Quizá Lost en los noventa me habría gustado más. Quizá.

Beverly Hills, 90210-Sensación de vivir


Quería empezar la sección de manera cronológica, pero me he acordado de las tardes de domingo tirada en la cama con mi amiga Vanessa viendo un capítulo detrás de otro, a merced de Tele5, y no me he podido resistir.

Fueron muchas también las conversaciones de patio de colegio, las pegatinas en las carpetas, el dinero invertido en Súper-Pops y los agujeros en las paredes de la habitación. Brandon y Brenda llegaron de la fría Minneapolís al surrealista y siempre apetecible Beverly Hills, en una dorada recreación culebronesca de la generación juvenil de los Estados Unidos. Allí conocieron a Kelly, Donna, David, Dylan y Steve, colegas de diferente condición económica y edad….. Ay! Que me dejaba a la empollona Andrea, siempre enamorada de uno de los guaperas.

Porque había guaperas, tontas, «putillas» y empollonas. Brandon, hermanísimo de una de las guapas, era también el amigo de Dylan, enamorado de la anterior, y de Steve, aunque éste último más que de guaperas hacía de pijo, al que como a cierto personaje de «Lost», le nacieron los escrúpulos conforme avanzaban los capítulos y las temporadas. En cuanto a las chicas, la hija del productor ejecutivo y gurú para muchos de la televisión Aaron Spelling, Tori Spelling «consiguió» hacerse con el papel de Donna… O más bien a Donna se le hizo del tamaño que el cerebro de Tori podía asimilar. Por su parte Kelly hacía el papel de putilla, ¿o más bien es un recuerdo mío ante la eterna guerra «rubia-morena»-«formal-putilla»? Según recuerdo se balanceaba entre Brandon (con éste sobretodo en las últimas temporadas) y Dylan, mientras que como ya he comentado antes Andrea sólo babeaba por Brandon y Donna se conformaba con algo de su nivel mental, del estilo de David, el pardillo del lado masculino.

Diez temporadas duró esta serie que según se rumorea por la red, se tituló así en nuestro país por el anuncio del conocido refresco, en el que salían los propios protagonistas. Diez temporadas en las que se trataba de repartir moralina anti droga, recuerdo con pavor los capítulos Emily-Brandon, anti alcohol o en prevención de los embarazos adolescentes, aunque la edad real de Andrea diese al traste con sus planes. Si lo analizamos desde el punto de vista del s.XXI la serie, cuyo creador, todo sea dicho, era judío, resulta racista. Hasta las últimas temporadas, y más bien a petición popular que por «motu proprio», no introdujo personajes latinos o negros de relevancia, que siempre interpretaban al servicio o a «los malos», ya fuesen traficantes, o camareros de bares de poca monta.

Hablando de bares, aquellos que conozcaís el «Peggy Sue», o cualquiera de las hamburgueserías «retro» que pueblan las calles al norte de la Gran Vía, habreís dicho en algún momento: «Eh, es como el Peach Pit». Y es que la pandilla de los Walsh pasaban, en algunas temporadas, como muchos de nosotros, más tiempo en la cafetería que en clase o en casa. Como se hicieron mayores les construyeron el «Peach Pit After Dark» unos metros más allá, donde llegaron a actuar los cansinos «The Corrs» o Christina Aguilera.

Las audiencias fueron más bien dispares a lo largo de la decena de temporadas, y si bien estuvieron a punto de suspenderla al finalizar la primera, en la quinta llegó a tener 22 millones de espectadores sólo en Estados Unidos. En nuestro país, en los inicios resultó ser la panacea de la cadena amiga del destape, Tele5, que, como es habitual, acabó defenestrándola a altas horas de la madrugada. Es prácticamente imposible encontrar el capítulo final en castellano en la web. Y como tendremos tiempo de comprobar a lo largo de los siguientes post, el  éxito televisivo no cambió radicalmente la vida de ninguno de ellos. La mayor gloria del elenco actoral de «Sensación de vivir» corresponde a Hillary Swank, que protagonizó 16 capítulos y que años, y trabajo, después se hizo con un par de Oscars.