Querida Lena Dunham:


Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí, quizá porque el final de la segunda temporada de la serie no logró motivarme demasiado. Tampoco digo que ahora lo esté, pero para mí esta ha sido una docena de capítulos por momentos emocionantes, por momentos desesperantes, y no quería dejar pasar la oportunidad de dejar por aquí mis opiniones sobre la tercera entrega, que terminó el pasado domingo. Los comienzos fueron esperanzadores, ya que la estabilidad sentimental había llegado a tu vida con el hombre que tanto habías perseguido, un hombre que se había mudado a vivir contigo y había decidido cuidar de tí y de tu trastorno. Mientras tanto Shoshanna y Marnie disfrutaban de su nueva situación sentimental, o más bien la sufrían. Porque mientras la primera estaba dispuesta a arrasar con todo a su paso, e incluso quemar algún puente que luego necesitaría, la segunda trataba de afrontar la realidad, soltera, sin trabajo y de vuelta a casa de su madre. Por último Jessa permanecía confinada en un centro de desintoxicación, molestando con su sinceridad y únicamente preocupada por salir del lugar fuese como fuese.

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A pesar de que el episodio de la casa en la playa fue un enorme ejercicio de franqueza, poniendo a las cuatro jóvenes en situaciones que no habríamos imaginado, mi capítulo preferido es el segundo, Truth or Dare, cuando Hannah, Shoshanna y Adam contra su voluntad, van a buscar a Jessa, con la que el centro de desintoxicación ha decidido rendirse. Reconozco que fue entonces cuando Adam y yo nos reconciliamos, además de por ser franco con Hannah, por mostrarse, en su particularidad, como el más sensato del grupo. Si bien es cierto que los comienzos fueron difíciles, y al comienzo de la serie el rol interpretado por Adam Driver me parecía una bestia descerebrada, ahora, a pesar de sus disfuncionalidades laborales, es el único ser con el que los espectadores mortales, aquellos que no compartimos la grandeza de erigirse como «la voz de una generación», podemos sentir cercano por momentos. A pesar del (incomprensible) amor que siente por la inestable aspirante a escritora, Adam es franco con ella, aunque, a veces, sea doloroso.

Otro de los episodios más interesantes de la tercera entrega es el noveno, que lleva por título Flo, y en el que el personaje interpretado por Lena Dunham, va a visitar a su abuela moribunda al hospital. En éste capítulo botella conocemos un poco más a la familia  materna de Hannah, especialmente a sus tías, tan diferentes como sorprendentes, y su prima, para la que es todo aquello que más odia de un ser humano. A estos buenos momentos es imprescindible unir las conversaciones de Hannah con su madre, que lo mismo le pide que mienta a su abuela moribunda, que le comenta, como quien no quiere la cosa, que Adam no es suficiente hombre para ella, sin importale si le hace feliz. Para entonces Hannah ya ha tratado de asumir que el spring a través del cual trata de llegar a las estanterías de las librerías, o a los libros electrónicos, se va a convertir en un maratón por culpa de la inesperada muerte de David. Y se ha convertido en una periodista-publicista que sin satisfacer sus necesidades, lo asume como una fase del camino. Hasta que, como era de esperar, Hannah estalla.

De regreso a Nueva York, tras la muerte de su abuela, Hannah vuelve a ser la misma joven caprichosa que busca la comprensión de su novio, o de sus amigos sin importarle cuáles sean las necesidades de éstos. La gota que colma el vaso llega en el penúltimo capítulo, cuando la siempre certera Shoshanna le pregunta como va a aceptar que Marnie y Adam se conviertan en estrellas mientras que ella se dedica a hacer publireportajes en una revista de moda y tendencias, bastante lejos de su pretencioso sueño. Lo que Shoshanna no sabe es que Hannah ya se ha convertido en un arma de destrucción masiva y ha comenzado forzando su propio despido unas horas antes. Poco después vemos como admite su capacidad para meterse en todo cuando antes de abrir la puerta y descubrir a Marnie con Ray reconoce con sinceridad y aplomo Everything’s my bussiness. Con Marnie y Shoshanna engañándose a sí mismas y Jessa tratando de volver a encauzar su vida, el necesario giro con el que cerrar la temporada llega en forma de carta, con unos planes inesperados y quizá necesarios.

Aunque aún queda mucho para que sepamos cuál ha sido la decisión de Hannah, y cómo influye en sus planes de futuro, es evidente que poco a poco, éstas cuatro jóvenes buscan su lugar en el mundo mientras el destino insiste en hacer de las suyas, tanto si les gusta como si no. A través de la muerte, cercana o lejana, los momentos familiares, y las historias de aquellos que han vivido más que ellas, Hannah, Marnie, Shoshanna y Jessa han descubierto que la vida no se construye sólo con sus pasos y sus anhelos y luchan por estar lo más cerca posible de la felicidad, aunque sea lejos de sus sueños o de aquello a lo que siempre han estado acostumbradas. A pesar de que esta temporada tampoco han faltado los berrinches y las peleas absurdas. Pero esto es de esperar, ya que pasa en las mejores familias y con las mejores amigas.

 

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